Ya llevo casi dos meses de voluntaria en Pata Pila y siguen pasando cosas dignas de recordar y contar.
En mi primer post de voluntariado en Pata Pila, os conté sobre la ONG, el viaje de voluntarios y mi paso inicial por los equipos de Yacuy y Dragones. Vamos ahora con algunos datos de Santa Victoria Este.
Santa Victoria Este
Esta localidad fronteriza es el centro base de otros dos equipos de atención de Pata Pila: Santa Victoria Este y Alto la Sierra.
La ciudad, de unos 11000 habitantes, se encuentra a orillas del río Pilcomayo, en la triple frontera entre Argentina, Paraguay y Bolivia. Corresponde a la provincia de Salta pero distan de la capital y de sus servicios centrales 400km y 7h de viaje.
Más del 60% de los habitantes corresponden a etnias originarias y se dividen en comunidades situadas alrededor de la ciudad. Algunas de ellas a más de una hora de viaje por caminos complicados. Se estima que el 90% de la población tiene necesidades básicas insatisfechas.
El hospital de Santa Victoria Este
La ciudad cuenta con un hospital que presenta zona de internamiento y algunos médicos especialistas. Los casos más graves se derivan a Tartagal (a 2,5h) o a Salta (7h). Durante mi estancia en Pata Pila he sabido del fallecimiento de 4 niños, 3 de ellos por complicaciones secundarias a desnutrición.
Además existe un centro de recuperación nutricional en el que se internan y atienden los casos más graves de desnutrición infantil. En el centro trabajan 3 nutricionistas que hacen también salidas a terreno para valorar a los niños de las comunidades. Hablamos con Sergio y Jorge, dos de los licenciados en nutrición. Nos cuentan que no pueden llegar a todos los niños que lo necesitan porque las salidas a las comunidades les llevan mucho tiempo. Nos piden colaboración para llevar leches especiales a algunos pacientes y quedamos en mantener el contacto para solucionar estos problemas.
El Pilcomayo
El río Pilcomayo sufre desbordes estacionales debido al aumento de caudal que llega desde Bolivia. Estando un fin de semana en Victoria nos dicen que “parece que se viene el río” por lo que los caminos para llegar a Alto la Sierra se encuentran intransitables. Nos acercamos con Emi hasta la ruta para ver la crecida y aunque no llegamos hasta la zona del río vemos que hay agua en terrenos donde normalmente no llega. El domingo además cae una corta pero fuerte tormenta en Victoria que nos deja sin luz y agua durante horas. Parece que los caminos no van a mejorar.
La segunda semana me tocaba acudir a las comunidades de Alto la Sierra pero cambiamos el planning por fuerza mayor.
Equipo de Santa Victoria Este
Llego a la casa, donde Majo y Ceci me adoptan por un tiempo. Ceci incluso nos hace unas deliciosas empanadas caseras salteñas para cenar.
La casa está recién reformada y tiene lavarropa así que me viene perfecta la visita después de regresar de Mendoza y su montaña.
Las comunidades están alejadas de la ciudad así que toda la atención del equipo se realiza de forma móvil. Montamos y desmontamos el consultorio en cada lugar. En todas las comunidades Ceci monta su gabinete psicopedagógico, Majo su consulta de nutrición, Fany su oficina de trabajadora social y Emi su mesa para la escuela. En algunas ocasiones hay sombra y terreno plano, pero en otras tenemos que hacer malabares para equilibrar la balanza…
Gracias Majo, Ceci, Fany, Emi y Lautaro por adoptarme en esta gran familia.
Los caminos hasta los lugares de atención están plagados de chivos, vacas y chanchos. Además, cuando llueve, el barro hace de las suyas y complica la conducción. Muchas veces los tiempos de ida y regreso se amplían y las jornadas se alargan.
El trajín de barro, sillas y mesas merece la pena cuando ves a los niños salir corriendo hacia ti en cuanto ven la camioneta.
No os voy a detallar todo lo que se trabaja aquí porque tendríamos para un largo artículo. Pero hemos realizado algunas atenciones bastante especiales así que ¡os cuento un poco!
Misión la Paz
Para llegar hasta aquí cruzamos la gendarmería previa al puente internacional que une Argentina y Paraguay. Estamos tan cerca de la frontera que incluso nos encontramos algunos mochileros paraguayos haciendo autoestop.
Esta comunidad se encuentra muy alejada de la ciudad y encontramos algún caso crítico de desnutrición moderada-grave que se decide derivar al hospital para internamiento.
El día que realizamos atención en esta comunidad nos acompañan Caro y Seba, responsables de comunicación de Pata Pila. Seba es el artífice del fotón que veis sobre estas líneas. Están realizando junto con Gonzalo Saleme el documental que cerrará el proyecto “Llegar al Norte”, un proyecto financiado por la UE en el que participa Pata Pila junto con otras ONG. Realizan vídeos, fotos y entrevistas a mamás y miembros del equipo que merecerá la pena ver y escuchar. Gracias chicos por las fotos y las conversaciones compartidas.
Cerca de aquí nos acercamos también a ver a Alvarito, un niño de 5 años con encefalopatía y desnutrición al que el equipo le lleva Pediasure y su medicación. Precisa tratamiento antiepiléptico y para la espasticidad, pero la familia no tiene movilidad para desplazarse hasta el hospital. Allí el abuelo del niño se enfada porque los agentes sanitarios no pasan por allí y nosotras no hacemos nada. Le explicamos que no está en nuestras manos y finalmente la familia se disculpa y entiende que sus reclamos tienen que dirigirse hacia otro lugar.
Nebacle
Es una comunidad chulupí. Esta ligera diferencia étnica se nota mucho en la atención. Las mamás se sientan todas juntas a un costado de la mesa donde estamos viendo a los niños y están atentas a todo lo que comentamos. Hay un par de niños con diarrea y explico las recomendaciones a todas las mamás. Todas atienden a la explicación e incluso me lanzan algunas preguntas. Un gusto atender así.
La Puntana
Quizá sea la comunidad más numerosa de esta zona. Aquí se encuentran la salita de atención y la escuela.
Atendemos en la puerta de la salita así que muchas mamás que acuden al médico aprovechan a ser atendidas también. Vemos más de 20 niños esa mañana antes de ir a almorzar.
¡Y aquí llega otra sorpresa! Dejamos la camioneta aparcada delante de la gendarmería argentina y caminamos unos 100 metros para llegar a Bolivia. Nadie nos pide documentación porque saben que vamos sólo a comer. Cruzamos, nos sentamos en el bar de confianza del equipo y comemos un plato enorme de pollo, arroz y papas fritas acompañado de una Cascada (gaseosa típica boliviana) por menos de 2000 pesos (menos de 2€ al cambio).
Juana Gutiérrez. Cacique de 3 de febrero
Hoy hemos estado atendiendo en 3 de febrero y he conocido a esta maravillosa mujer. Como os he dicho en ocasiones anteriores, las mujeres wichís suelen ser tímidas y hablar poco. Pero no es el caso de Juana. Así que he aprovechado la ocasión para hacer algunas preguntas. O más bien un montón de ellas.
Se ha acercado junto a las mamás y los niños a la atención y parecía llevar la voz cantante así que he preguntado que si era la abuela de los niños. “Sí, soy su abuela, y cacique de esta comunidad.”
Al acabar de ver a los niños les he preguntado si tenían alguna duda y Juana me ha dicho que tenían un problema con las “vinchucas”, que picaban mucho por la noche. No entiendo la palabra y Lautaro me dice que son mosquitos, después Juana me aclara que son los transmisores del Chagas. Me dice que en ocasiones anteriores habían venido personas para controlar la plaga, pero ahora no acude nadie aunque lo ha reclamado. También se queja de que no acuden los agentes sanitarios o los de control de agua a pesar de sus peticiones.
Después de que se vayan la mayoría de la mamás empezamos a hablar del huerto que tienen. Es un huerto de toda la comunidad y plantan sobre todo choclo porque es la única semilla que consiguen. Si consiguen alguna otra también la cultivan.
Una de las pocas cacique mujeres
Le pido si puedo hacerle la foto que veis sobre estas líneas. También le pregunto si hay muchas cacique mujer y me dice que no. A lo que Lautaro y Fany responden que puede ser una de las razones de que le hagan poco caso. ¡Siempre igual! Además sugieren también que ella hace reclamos más tranquilos, sin ponerse a quemar gomas o montar quilombo como los caciques varones. Otra posible razón de que ignoren sus peticiones.
Hablo más tarde con el equipo de Alto la Sierra y me dicen que en las comunidades que ellas visitan sólo hay una cacique mujer y no es reconocida por toda la comunidad. La mitad de la comunidad la reconoce como cacique y la otra mitad sigue a un cacique varón.
La comunidad
Sigo indagando y me cuenta que se mudaron aquí hace 12 años debido a las inundaciones. Se movieron con lo puesto y con sus 12 hijos y empezaron una nueva vida. Su marido construyó su casa con sus propias manos. Refiere haber vivido con mucha pobreza y pasar mucha hambre. Poco a poco han ido mejorando el lugar. Me parece una de las comunidades mejor cuidadas en la que hemos atendido y así se lo hago saber. Tienen luz, agua y un huerto comunitario. Además, en el control nutricional todos presentan buena evolución.
Me cuenta que son en total 7 casas, la suya y la de 6 de sus hijos, pero que el número de niños ya empieza a ser muy numeroso y los recursos empiezan a escasear.
Los niños van a la escuela a unos 40 minutos andando y ella los acompaña. Si no los acompaña a los niños les da miedo ir. Ahora ella sufre de “presión” y hay días que está en cama o no puede ir. Las mamás tampoco pueden ir porque tienen niños pequeños a los que atender.” ¿Y los papás trabajan fuera? -es mi inocente pregunta- no….” Ahí cambia de tema. He estando haciendo papeles para solicitar una escuela aquí, pero no me han hecho caso.
Los varones en las comunidades originarias
Hablamos después del papel de los varones en las comunidades y oigo cosas que ya imaginaba. “Están para montar kilombo, pero no son capaces ni de ir a buscar leña”. “El peso de la familia recae en las mujeres tanto para los cuidados como para los ingresos monetarios”. “Hay un problema cultural”. Muchos varones se pasan el día sentados en una silla o acostados y no ayudan en nada. Algunos son cazadores, hacen artesanía o trabajan de forma temporal y los menos tienen un trabajo fijo.
En muchas ocasiones los únicos ingresos con los que cuenta la familia son las asignaciones universales que el estado le da por los niños. En la búsqueda de una maestra jardinera para el equipo se presentó una mamá wichí con muchas ganas de trabajar. No pudo aceptar la plaza porque debía renunciar a la asignación con la que mantenía a la familia y entre el sueldo y el gasto de combustible para desplazamientos no era suficiente. Una pena porque ella quería trabajar como profe, hacer uso de sus estudios.
El día de cobro
En la práctica totalidad de los casos, la asignación universal del niño la recibe la mamá. Algunas madres no tienen DNI ni registro por lo que no pueden pedir las ayudas. Además, La mayoría de familias no tienen cuenta corriente por lo que el cobro se realiza en mano de forma mensual. Un convoy se desplaza hasta las comunidades y realiza el pago. El dinero sólo puede ser retirado por la titular con su DNI y esto lleva a que en ocasiones rechacen internamientos o desplazamientos hasta el centro médico si coincide con el día de pago.
El “día de pago” está tan integrado en la vida de las familias que incluso los niños saben cuando va a llegar o verbalizan que los pájaros están haciendo fila porque es día de cobro.
Equipo de Alto la Sierra
Por el momento sólo he salido dos días a atención móvil junto con Marce, Ara y Agus. No hemos llegado a Alto la Sierra porque los caminos nos lo han impedido. Las camionetas son 4×4 y llegan hasta casi cualquier parte, pero con la crecida del río y las tormentas, los caminos se han vuelto impracticables. Si pudimos llegar a algunas comunidades del monte como el Arrozal o San Miguel.
Se nota que estas comunidades están mucho más alejadas. Se ven más necesidades y más casos de desnutrición severa.
En los dos días que atiendo con las chicas vemos varios casos graves.
Atención en la escuela
Ya han empezado las clases y muchos niños no se encuentran en casa para el control. Pedimos permiso a los maestros para realizar la atención en la escuela y valoramos allí a los niños del programa. Los profes nos piden si podemos pesar a varios más para completar los datos del legajo así que la fila de niños se incrementa por momentos.
Le preguntamos a la directora si ha visto algún niño con problemas de salud y nos dice que por el momento no. Pero nos habla de un par de niños con retraso madurativo a los que ya veníamos siguiendo y sugiere que necesitarían apoyos escolares específicos que no llegan. La trabajadora social de Pata Pila intentará ayudar con esta solicitud. Una vez más, atención integral y completa de los niños.
¿Vacío legal?
Al llegar a una de las comunidades, un niño sale corriendo hacia la camioneta. Contento. Al ver que seguimos para adelante le cambia la cara, se entristece. Pero solo estamos girando para encontrar el camino de entrada y vuelve a sonreírnos de oreja a oreja.
Es el primero en acudir al control de peso, junto con su hermano. De repente ambos, de 3 y 6 años, divisan la camioneta de la municipalidad y salen corriendo y llorando. Los niños se encontraban viviendo con el padre, en la comunidad del abuelo y la madre los había reclamado, por lo que se procedió a su retirada. Fue difícil presenciar el cambio en sus caras y en sus ojos en esos momentos.
Relaciones en las comunidades originarias
Una de las mil cosas que me han llamado la atención en las comunidades originarias son las relaciones familiares y conyugales. Las familias están muy unidas y los hijos suelen vivir en la misma comunidad o incluso en la misma casa que los padres. Pero, por otro lado, las parejas se juntan. No hay ningún tipo de vínculo legal y es muy frecuente que los hijos de una mujer sean de diferentes padres o no haya un padre presente.
En muchas ocasiones los niños no presentan DNI por lo que legalmente son hijos de la mamá pero no hay información del padre. Además cuando la madre se junta con una nueva pareja, es posible que ésta no reconozca a los hijos de parejas previas.
En este caso, la madre se había ido a vivir a otra comunidad con una nueva pareja y los niños se habían quedado con el padre. Los niños no presentaban DNI por lo que, al existir un reclamo de la madre, legalmente debían volver con ella. El padre no presenta derechos legales sobre los niños.
Habrá un segundo intento
Gracias Ara, Marce, Agus (y Karen en la distancia) por integrarme en el equipo. Por los mates, las conversaciones y la atención en el monte. Volveré en breve para conocer los caminos y personas de Alto la Sierra así que solo es un hasta luego.
Cena de hasta luego
La última noche de atención en Santa Victoria las chicas me sorprenden con una juntada para cenar. ¡Gracias a todas por unas semanas geniales!
Además, Emi me sorprende con una yica de chaguar preciosa. Como dejo escrito Sara Gallardo, “una bolsa tejida por los indios matacos del Pilcomayo puede situar al inusitado.”
Seguimos en el terreno
Y tras esta segunda entrega de mis vivencias como voluntaria en Pata Pila, ¡Seguimos en el terreno!
Te dejo de nuevo por aquí los datos de Pata Pila por si te animas a colaborar con este magnífico equipo de personas. Si te gustaría saber más de qué es Pata Pila, cómo funciona o cómo trabaja échale un ojo a mi primer post sobre el voluntariado aquí.
¡Tened en cuenta que el monto de la donación aparece en pesos argentinos y 1200$ son 1€ Al cambio!
¡Nos leemos en breve!