Una vez más, Nico me reta a hacer un nuevo ensayo fotográfico. Me reta a hacer un viaje al pasado.
Realizar un ensayo que muestre los cambios, inspirado en Alessandra Sanguinetti y el paso del tiempo. Hacer fotos de detalles que representan esa cuestión.
Todos imaginamos las fotos antiguas en blanco y negro. Pero yo recuerdo un pasado con mucho color. Así que me voy a permitir el lujo de construir este relato a partir de coloridas fotografías.
Si hablamos de pasado y también de presente, Vitigudino tiene un peso muy importante en mi historia. Vitigudino es mi pueblo, el pueblo de mis padres y mis abuelos. Un pequeño pueblo de tierras castellanas que ha visto parte de los mejores momentos de mi vida.
En Vitigudino esperan la Nave, la casa de mis abuelos, mis primeros juguetes y los recuerdos de las noches de verano. A la salida de la nave se encuentra este cartel. Allí persiste mi infancia y adolescencia. Allí vuelvo cada vez que puedo.
Yo quiero volver al cuándo
Entonces, Rozalén
No quiero volver al dónde
Yo no quiero volver aquí
Yo quiero volver a entonces
La Nave
“La Nave”. Rebautizada como “Castanave” en los últimos años. Lugar de celebración de las míticas Castafiestas o fiestas de los Castañuelas.
La nave era la finca de mis abuelos. Allí mi abuelo Matías tenía una nave que usaba como almacén para guardar las sacas de lana y las pieles que recogía de los pueblos de alrededor.
Un viaje al pasado, al entonces…
Allí, sacas como éstas y mucho más grandes se amontonaban por las esquinas. Allí nos divertíamos primos grandes y pequeños, usando las sacas para escalar y saltar desde lo alto.
En ese mismo lugar, mi abuelo y mi padre usaban la romana para calcular el peso de la lana. Y aprovechando que pasábamos cerca ¡también queríamos pesarnos en esa báscula tan rara!
Allí mi abuela Elena plantaba y regaba flores todas las tardes para mantener el jardín bonito. Rosales, petunias, tulipanes y miles de flores de colores llenaban las jardineras hechas con ruedas y restos de mármol de la empresa vecina.
Allí ahora mi madre es la encargada de mantener las flores brillantes mientras mi padre busca las pilas y antigüedades que les sirven de jardinera.
Los columpios
Allí mi abuelo puso unos columpios para que todos los nietos pudiéramos disfrutar del lugar.
Allí siguen los mismos columpios haciendo las delicias de todos los niños que visitan nuestro humilde rincón.
El huerto y el gallinero
Mi abuelo comenzó a trabajar un pequeño huerto y mis padres han seguido haciéndolo. Tomates de huerto. Calabacines, pimientos, berenjenas, cebollas, judías… También podemos encontrar varios olivos y frutales. Delicias culinarias.
Las gallinas y gallos también estaban allí. Mi abuelo tenía ovejas y gallinas. Los corderos en Navidad. Los huevos de yema amarilla de verdad. Nada mejor que el producto de cercanía.
La cocina
La construcción de una pequeña cocina hizo que también pudiéramos disfrutar de la Nave en invierno. Encender la lumbre de la chimenea era el complemento perfecto para las reuniones invernales.
Las barajas de cartas no pueden faltar. Un chinchón junto a la lumbre o debajo del nogal siempre es un buen plan.
El camino
Hasta allí llegábamos dando un pequeño paseo por el camino.
Recorríamos el trayecto desde casas de abuelo hasta la fuente y desede allí pasábamos por el camino entre la Gudina y mármoles rosa.
Tras cruzar la carretera empezábamos a fijarnos en las cunetas para localizar moras y chupamieles. Recogíamos bolsas enteras de moras rojas y negras. Delicias de la naturaleza.
Ahora
Mis padres y tíos han seguido cuidando la finca como lo hacían mis abuelos y, poco a poco han ido apareciendo mejoras. Allí mi padre ha ido recopilando piezas de colección, llenando cada rincón de recuerdos e historias del pasado.
Innovando y reutilizando antigüedades para nuevos fines.
Con la vena artística de mis tíos dando un toque de color al lugar.
Así este lugar se ha convertido en nuestro rincón favorito. Fiestas, reencuentros y tardes de relax. Todo vale. Pero siempre en la mejor compañía.
Mis primeros juguetes
El oso Yogui, el primer regalo de mi padre. Mi peluche de apego. Mi compañero de sueños. En su pelaje, puede apreciarse parte de su ajetreada vida.
Los pin y pon eran otro de mis juguetes favoritos.
La casa de mis abuelos Rosa y Manolo
Los primeros años de mi vida nos repartíamos entre la casa de mi abuela Rosa y la casa de mi abuela Elena. Hace muchos años que esta casa desapareció, pero quedan algunos recuerdos en nuestra memoria.
En aquella casa pasaron los años de adolescencia mis tíos. Después de haber vivido en Gema o Fuenteliante.
En los portales de “p´allí abajo” montábamos nuestra ciudad de Pin y Pon. Allí Juanjo, Rosa y yo pasábamos los días de verano. Allí una Elena muy pequeña ejercía de destructora de esas ciudades. Los niños aún juegan y ríen en esos portales.
La casa de mis abuelos Elena y Matías
La cochera
Pronto, la cochera de casa de mis abuelos reemplazó a los portales para construir nuestras ciudades de pin y pon. Allí nos juntábamos todas las amigas y montábamos el castillo, la granja, la casa grande e incluso la estación de esquí. Hace poco mi amiga Bea me recordaba aquellas macro ciudades que ocupaban toda la acera de la cochera.
Más tarde los columpios y “el gimnasio” de la parte de atrás se convirtieron en el cuarto de juegos de todos mis primos. Allí Elena, nuestra jugadora de hockey profesional, aprendió a patinar con Irene. Allí aprendimos a frenar chocando contra colchones.
Allí nos juntamos toda la familia cada 31 de diciembre. Allí seguiremos viendo los cuartos y las 12 campanadas aunque la televisión haya cambiado un poco.
Ahora ya no hay obras de teatro infantiles, pero siempre habrá cantos y villancicos como los que iniciaba antes mi abuelo. Allí siempre habrá risas y abrazos.
Allí también esta ahora la sede de la Peña el Quiebro. La peña de mis padres. La peña a la que todos los hijos acudimos cada fiestas del Corpus a compartir tiempo y comida con nuestros padres y amigos.
Allí seguiremos juntándonos familia y amigos durante muchos años.
Porque todo está muy bien, pero, lo mejor es LA COMPAÑÌA.
Papá
La casa de los abuelos
Con 7 hijos, mis abuelos construyeron una casa grande, con muchas habitaciones que se llenaba siempre en los periodos vacacionales. Toda la familia se junta en verano y Navidad. Cada vez somos más primos y casi hace falta echar colchones al suelo.
La cocina siempre es el centro de reuniones. Da igual que el salón sea más espacioso. Todos acabamos juntándonos entre los fogones. Aunque muchos, más que a ayudar, nos dedicamos a dar conversación.
La habitación de Mati, el más pequeño de mis tíos siempre estaba llena de sorpresas. Juguetes antiguos que siempre eran codiciados por todos los niños. Coches antiguos, peonzas, canicas y “la serpiente”.
Allí también había pegatinas de los hechos más importantes de la zona. Libros, música, pósters de cine y, como no, mucho baloncesto.
Pasados los años, más que los juguetes, codiciaba la música de mis tíos. Así descubrí a U2, los Beatles, Sabina, Serrat o Mecano. Así acabaron la mayoría de sus vinilos en mis manos.
Las noches de verano
Las noches de verano significaban carreras y juegos en la calle.
En la plaza de las flores nos inventamos el mítico Atrio arriba, atrio abajo. Nuestro propio juego. Nuestras propias reglas. Un juego de carreras, equipos e imaginación. Un juego al que solo se podía jugar en nuestra plaza y nuestro atrio.
Al hacernos un poco más mayores, desplazamos la zona de juegos hacia el parque de “el Viti”. Allí pasábamos las noches jugando a Liebre. Un juego mezcla de escondite y carreras en el que el cazador tenia que localizar a las liebres y pillarlas. Una partida podía durar toda la noche.
Ya en la adolescencia, los bancos de la Fuente y el paseo del cementerio se convirtieron en nuestro lugar de reunión. Bolsas de pipas y confidencias se contaban por cientos cada verano. Aunque no dejamos los juegos. El Vampiro daba emoción a aquellas noches de paseos.
-¿Te acompaño a casa? “Las has cagao pringao”. Muerto, dame tu papel. –
Y al seguir haciéndonos mayores, la terraza del Whisky reemplazó a las calles. Eso sí, sin abandonar las pipas y las confidencias. Incluso algún que otro Vampiro aparece en cada casa rural.
A seguir coleccionando recuerdos…
Seguir coleccionando momentos. Ese es el plan. Seguir disfrutando de familia y amigos. Esa es la hoja de ruta. Seguir creando recuerdos. Esa es la brújula a seguir.
“Que los mejores momentos sean los que están por llegar”
Ídolos, Shinova
Maravillosos recuerdos, Patricia!!!
Me ha encantado este viaje entre pasado y presente.
Tus fotos…geniales!
BRAVO
Precioso Patricia ❣️❣️
Las fotos, la narración, y sobre todo, muchos recuerdos maravillosos!!!
Gracias por hacernos disfrutar de ellos de nuevo 😘😘
Espectacular. Por gentileza de tu tío Mati he accedido a este enorme documento y has logrado que me emocione…, pero me reservo ya e intentaré ser “discreto”
Espectacular recorrido fotográfico. y viaje al pasado. Noches de confidencias, noches de elucubraciones. De ambas ha habido a montones.