Unas diez personas se arremolinan alrededor de unos de los puestos en el mercado de Tarabuco. Me asomo a ver que está pasando. Una televisión. Todos llevan puestas sus ropas tradicionales y amplios sombreros. Sus rostros reflejan el paso del tiempo. Levanto mi cámara. Disparo. Espero que alguien gire la cara. El vendedor me niega la foto. Es una de las pocas fotos que me niegan en el mercado. Se queda grabada en mi retina. La sorpresa. El choque entre tradición y modernidad. La fusión de dos mundos.

Durante mi viaje por Bolivia en 45mm, me siento a comer Mondongo en el mercado de Sucre. Aquí todas las mesas son compartidas. Sonia y Roberto me preguntan por mis planes y me hablan de la feria indígena de Tarabuco. No te la puedes perder. Vas a hacer mil fotos. No puedo negar que me tientan. Cambio mis planes. Me quedo aquí un par de días más. Hasta el domingo.
En Tarabuco, los ponchos y sombreros tradicionales se mezclan con las gorras y las mochilas de marcas conocidas. Tradición y modernidad. La fusión de dos mundos.

¿Cómo llegar a Tarabuco?
El domingo me levanto pronto. El mejor momento para llegar al mercado es la hora de apertura. Cuando los habitantes de distintas comunidades indígenas llegan a Tarabuco. Me dirijo a la calle Tupaj Yupanqui para tomar el transporte hasta la feria. Las furgonetas con destino a distintas localidades están aparcados en la calle. Un pequeño mercado ha nacido alrededor. ¿Qué vehículo va a Tarabuco? 6 bolivianos y salimos cuando se llene. Perfecto.

¿Os llama la atención algo en el atubús? Letras chinas. En realidad, letras japonesas. La mayoría de los autobuses en Sucre proceden del país nipón. Los vehículos que quedaron obsoletos allí se han reciclado aquí. Limbert me cuenta que a veces se entretiene traduciendo estas palabras.
73 kilómetros y más de una hora de viaje, separan Tarabuco de Sucre. Las estampas dignas de fotografiar se suceden en cada rincón.

Nada mejor que utilizar el transporte público para compartir tiempo con la población local. Me pasan un papel para apuntar mi nombre. Es para el control en la carretera. El hombre de mi lado me pide que apunte el suyo también. No sé escribir.
Comienza la lluvia. Hay que taparse. Este plástico es perfecto para mi y mis amigos.

Tarabuco
Llego a la plaza de Tarabuco. Una plaza de estilo colonial rodeada de montañas. Un típico pueblo boliviano.

Veo algunos puestos en las calles que salen de la plaza y me dirijo hacia allí. Aquí empieza a haber más movimiento. Me pierdo entre las calles que se entrecruzan. No hay un centímetro en el que no se venda algo.



Miles de personas recorren las calles del pueblo. Se paran en los distintos puestos buscando ropa o comida. Rostros con mucho que contar. Las mejores galas para el día de feria. Día de fiesta.



Mercado de Tarabuco
A las afueras del pueblo se encuentra el mercado de frutas y verduras. El verdadero germen de esta feria se encuentra ahora bajo una moderna estructura metálica. La fusión de dos mundos.




Un poco más allá, una nave se ha convertido en el comedor.

Cientos de personas se reparten en las alargadas mesas a la hora del almuerzo. Solo una de ellas levanta los ojos hacia mi objetivo.

En los alrededores del mercado se acumulan los camiones, carros y carretas esperando el final del día.




Telares de Tarabuco
La vestimenta quechua de los tarabuqueños no ha cambiado desde los tiempos coloniales. Hoy en día su estilo de tejidos pre-coloniales es conocido por ser entre los mejores en técnica, calidad y color.
Julia me muestra su técnica de tejido en su tienda-museo. Me cuentan que están intentando fomentar el turismo con un centro de turismo vivencial llamado Puka Puka.


Tarabuco es además la capital del Pujllai, danza ritual de la cultura Yampara.

El camino de vuelta
Mientras espero a que la furgoneta de vuelta a Sucre se llene, sigo observando lo que me rodea. Algunos descansan tras varias horas de trabajo. Otros siguen en movimiento.



La cancha de Cochabamba
Hablando de mercados no puedo evitar contaros algo sobre La Cancha. El mercado más grande de Cochabamba. Cientos de metros cuadrados en los que puedes comprar y vender lo que te pase por la imaginación. Dentro del recinto cada pasillo está dedicado a un producto: zapatos, sombreros o teléfonos móviles.

Pero la compraventa no se queda ahí, las calles aledañas se han convertido en una parte más del mercado. Para recorrer cualquier calle tendrás que pasar entre puestos y vendedores ambulantes.





Hasta aquí el post de hoy. ¡Nos leemos en breve!

¡Que buena crónica, Patri! Las fotos están geniales. ¡Felicitaciones!