Este post fotográfico tras los pasos de Ulises nació mientras escribía sobre nuestra navegación hacia Ítaca. Nunca antes me había planteado cuáles eran esos míticos lugares de los que hablaba Homero en su Odisea.

Ulises atravesó el mediterráneo luchando contra cientos de peligros. Despistó a lotófagos, cíclopes, dioses y sirenas. En este mapa podemos localizar algunos de esos míticos lugares que atravesó Ulises.

Troya y Tracia
Cuando al fin se extinguió el fuego de Troya, allí donde hoy se alza la colina turca de Hisarlik, Ulises emprendió el regreso que habría de convertirlo en leyenda. Zarparon sus naves hacia occidente, y el viento los empujó a las costas agrestes de Tracia, donde los Cícones defendieron su ciudad con furia. Aquella victoria amarga, junto al Egeo norte, fue el primer presagio de que los dioses no le regalarían el retorno.

La isla de los Lotófagos
Más al sur, en las arenas cálidas que hoy podrían ser de Túnez o Libia, los hombres de Ulises probaron el loto dulce que mata la memoria. Allí, en el país de los Lotófagos, el olvido se convirtió en tentación, y el héroe tuvo que arrancar a sus compañeros de aquella somnolencia que prometía un reposo sin hogar.

Cíclopes y vientos
Las naves siguieron hacia Sicilia, y en la sombra del Etna, donde ahora se asienta Aci Trezza, Ulises se enfrentó al cíclope Polifemo, cuyos gritos aún parecen resonar entre las rocas negras. Salvado por su ingenio, alcanzó las islas Eolias, allí donde el viento huele a azufre y volcán, y Eolo le entregó un saco con los vientos del mundo. Pero la impaciencia de sus hombres desató la tormenta.

El mar los llevó luego hacia costas que podrían ser de Cerdeña o Sicilia. Territorio atribuido a los Lestrigones, gigantes de ferocidad insondable. Escapando apenas, llegaron al promontorio del Circeo, al sur de Roma, donde la maga Circe convirtió en bestias a los marinos antes de mostrarse aliada y amante.
El Hades
De su mano, Ulises descendió al Hades, quizás en los parajes brumosos del Épiro. Donde el río Aqueronte se abre paso entre colinas silenciosas. Allí conversó con los muertos y regresó marcado por sus voces.

Sirenas
De vuelta en el mar, surcó la costa de Campania, donde las Sirenas, cerca de las islas Li Galli, cantaron con la belleza del naufragio. Después atravesó el estrecho de Mesina, hogar eterno de Escila y Caribdis, los dos monstruos que aún hoy se intuyen en la violencia de esas aguas.

En la costa tirrena, frente a Amalfi y Sorrento, se encuentran los farallones de Li Galli, un pequeño archipiélago rocoso. Desde la antigüedad, muchos identifican este lugar con la Isla de las Sirenas de Homero. Son rocas aisladas, afiladas y difíciles de bordear donde las corrientes cambian de repente. El paisaje produce una mezcla de temor y fascinación. La tradición marinera italiana decía que, en días de oleaje bajo, el viento “cantaba” entre las rocas, como si algo antiguo siguiera llamando a los navegantes.

La isla del Sol
Llegó a las tierras del dios Sol, Sicilia, donde el hambre condenó a sus hombres por devorar el ganado sagrado. Solo Ulises sobrevivió a la cólera divina y fue arrastrado hasta el sur de España (la isla de Gozo en otros documentos). Allí Calipso lo retuvo entre sus brazos inmortales durante años que a él le parecieron eternos.

Cefalú es uno de los pueblos más encantadores de Sicilia. Su casco histórico medieval que se asoma directamente al mar Tirreno.

La Scala dei Turchi, en la costa de Agrigento, es un espectacular acantilado de piedra blanca modelado por el mar con forma de escalones naturales. Los piratas sarracenos la usaban como lugar de desembarco y de ahí su nombre: la escalera de los turcos. Su color marfil y sus curvas suaves crean un contraste único con el azul intenso del Mediterráneo.

En el Valle de los Templos de Agrigento se conservan algunos de los templos dóricos mejor preservados del mundo griego. Entre colinas doradas y almendros, destacan el imponente Templo de la Concordia, el de Hera y el de Zeus Olímpico. Es un lugar donde la historia, el paisaje mediterráneo y la grandeza clásica se unen en un escenario inolvidable.

Navegar hacia ítaca
Cuando al fin fue liberado, el mar lo dejó exhausto en Corfú, la antigua Esqueria, donde los feacios-navegantes exquisitos-, lo condujeron finalmente a Ítaca. Ítaca, la isla real del Jónico que aún hoy guarda su nombre y su promesa. Allí, entre olivos y montes ásperos, Ulises recuperó su casa, su esposa y su destino.

Y así, a través de los mismos mares que bañan hoy Turquía, Grecia, Italia, Malta y el norte de África, el viaje de Ulises sigue trazando un mapa invisible sobre el Mediterráneo: un mapa de astucia, pérdida y regreso que todavía resuena en cada ola.
Hasta aquí el post de hoy. ¡Nos leemos en breve!
